Solemos aceptar que la vida en los pueblos, sobre todo en los pequeños como el nuestro, es un continuo ir y venir de chismorreos, de cotilleos más o menos inofensivos sobre enamoramientos, cuernos, rencillas por un marco movido o envidias por un coche nuevo o una casa más lujosa. Normal cuando todos nos conocemos desde niños, convivimos durante años y además, por si fuera poco, tenemos lazos familiares o laborales.
Así que no sería raro que en Miño pasase lo mismo y por los cafés y bares, o en la cola de la carnicería, se murmurase sobre el último coche del alcalde, o sobre las mejoras en las casas de insignes próceres locales. Tampoco extrañaría que se valorasen las subidas y bajadas de peso de personajes populares, o que la gente se preguntara cómo viven, y muy bien, otros. Al fin y al cabo somos un pueblo de apenas 5.000 habitantes, con poca vida social y cultural, y en el que las diversiones no sobran.
Pero claro, Miño is different. Miño era un sueño por construir, y ahora es una pesadilla por pagar, y los vecinos no pueden recordar lo que es vivir en un pueblo porque pagan impuestos de ciudad para recibir servicios de aldea, porque no pueden vivir en casas ni pasear por parques sin alicatar, porque no saben lo que es tener un gobierno municipal próximo que les apoye y defienda. En Miño, en fin, no se puede ni chismorrear sobre cosas pequeñas porque tenemos problemas enormes que hipotecan no sólo nuestra realidad actual, sino también la que dejaremos a hijos y nietos.
Hoy en Miño se habla, o se debería hablar, de la crítica situación de las cuentas municipales. No porque nosotros lo digamos, ni desde luego porque nos alegremos del informe de los técnicos de la Diputación de A Coruña que advierten que el gobierno de Maceiras&cía nos lleva derechitos al desastre y la ruina, sino porque entre todos debemos buscar la solución.
Los socialistas de Miño llevamos años advirtiendo de la disparatada política económica del alcalde, empeñado en dejar su huella en forma de obras faraónicas que nadie pedía y nadie puede pagar ni mantener (bulevar, farolas, piscina, ¿ampliación? del puerto) y necesitado, por lo visto, de rodearse de una pléyade de asesores digna del mismísmo Obama. Por supuesto Maceiras no sólo ha ignorado nuestras recomendaciones, sino que se ha permitido alardear de que todo era falso y de que las cuentas estaban saneadas: Miño era autosuficiente y no se molestaba ni en pedir subvenciones o ayudas.
Suponemos que hoy él y sus asesores a sueldo habrán repetido los mismos argumentos. La cruda realidad, la insoportable realidad, muestra en cambio otra cara. La de un concello endeudado sin posibilidad de recuperar a corto plazo los ingresos de los años locos del urbanismo desatado y sin otra posibilidad de recuperación que recortar los gastos y ajustar el presupuesto... ¿el presupuesto? ¿qué presupuesto?
En Miño no hay presupuestos, ajustados o no, desde hace años. El gobierno del PP, a pesar de contar con una holgada mayoría, no se molesta en confeccionar unos presupuestos que podrían ir adaptándose a los números rojos, rojísimos, que campan a sus anchas en los balances, y se limita a prorrogarlos año tras año.
Así que se sigue gastando en base a previsiones de ingresos obviamente inalcanzables, y que permiten aumentar la deuda en una loca huida hacia adelante. El caso es negar la realidad y llegar al mes de mayo, aun a costa de que la deuda progrese geométricamente.
Y, por si fuese poco, también se habla del desastre urbanístico, legal y económico que Maceiras y sus ceros han creado en Costa Miño. Ahora resulta que por fin aceptan que el lío es monumental y que todos saldremos perjudicados, y quieren ser los campeones buscando soluciones:
http://www.xornal.com/artigo/2010/12/13/galicia/mino-hara-todo-posible-martinsa-no-vaya-concello/2010121323180100967.html
No sabemos cuál será la forma de al menos minimizar los daños, pero nos alegramos de que al menos se reconozca que hay un problema, porque hasta la fecha Maceiras confiaba en que Fernando Martín lo arreglaría todo después de ir en persona a entrevistarse con él nada menos que a Madrid. En fin, así arregla los conflictos el alcalde y así nos va.
O sea, que en Miño no nos podemos dedicar al amable deporte del chismorreo entre vecinos, ni a indagar sobre la vida privada de los demás. Nos tenemos que aplicar a pensar cómo salir de la ruina a la que nos han llevado más de treinta años de gobierno del PP en el concello, y a digerir las mentiras con las que pretenden alimentarnos. Es lo que tiene la cruda, insoportable realidad.
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martes, 14 de diciembre de 2010
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